A finales de noviembre de 2021, luego de semanas sin confirmarse casos de contagio por SARS-CoV-2 en la comunidad, el Centro Principal de Dirección para la Lucha contra las Epidemias de Taiwán celebró una conferencia de prensa especial en la noche para anunciar un caso inusual de COVID-19. Un trabajador de laboratorio de la Academia Sinica de Taipéi, la institución científica más prominente de Taiwán, al parecer se infectó mientras trabajaba con animales infectados con COVID-19.
La Academia fue multada en el mes de enero de este año por sus fallas en materia de bioseguridad. Esto ha conmocionado a un exmiembro de la comisión de salud de la ciudad. «Tenemos la ley y tenemos normas, así que el problema está en el incumplimiento de su implementación y la falta de control», dijo Chiou Shu-Ti, actual presidente de la Fundación para la Salud y el Desarrollo Sostenible en Taipéi. «Ambas cosas no solo son problemáticas; lo que sucede en realidad es que no funcionan en absoluto.»
Taiwán no es el único lugar donde los trabajadores de laboratorio se han expuesto a patógenos. La Agencia de Salud y Seguridad del Reino Unido dijo a The BMJ que entre enero de 2020 y diciembre de 2021 los laboratorios de Inglaterra, Escocia y Gales han reportado 56 exposiciones involuntarias a patógenos. La Agencia de Salud Pública de Canadá dijo que estaba trabajando en un informe sobre los incidentes de 2021, pero en 2020, se reportaron 42 exposiciones involuntarias a patógenos en Canadá.
Las infecciones de los trabajadores de laboratorio en Taipéi, Beijing y Singapur con el SARS-CoV-1 después de una epidemia del síndrome respiratorio agudo grave en 2003 condujeron finalmente a la Asamblea Mundial de la Salud de 2005 a adoptar una resolución para el fortalecimiento de la bioseguridad en el mundo. La resolución solicitó al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegurar que la organización tome un papel activo en el mejoramiento de la bioseguridad y ofrezca ayuda a los Estados miembros, por ejemplo, en la actualización de los materiales de orientación, la creación de conocimientos y el intercambio de mejores prácticas.
Con la pandemia de la COVID-19, las preocupaciones por la bioseguridad aumentaron. En 2020, China aprobó una nueva ley integral de bioseguridad que entró en vigor en abril de 2021. En febrero de 2022, el Reino Unido hizo una consulta pública para dar a conocer una actualización sobre su estrategia en materia de bioseguridad. Ese mismo mes, Estados Unidos publicó una revisión sobre el alcance y la eficacia de los marcos políticos nacionales de bioseguridad para la investigación de patógenos con potencial pandémico.
Pero, todavía no existen normas internacionales unificadas.
Formación y gestión de riesgos
Kazunobu Kojima, científico responsable de bioseguridad y bioprotección de la OMS en Ginebra, Suiza, afirma que la mayoría de las exposiciones involuntarias a patógenos que se han notificado se deben a factores humanos, como la falta de formación o la inobservancia de los procedimientos operativos normalizados.
En la bioseguridad y la bioprotección modernas interviene un proceso adaptable de gestión de riesgos similar al que se emplea en la industria petrolera y en la industria aeronáutica. No existe riesgo cero. Aun así, cada instalación y proyecto de investigación debe evaluar los riesgos para los seres humanos, los animales, la salud y el medio ambiente y crear medidas de atenuación para que el riesgo sea lo más bajo posible.
Ya existen los marcos para evaluar los riesgos, y cada país debe asegurarse de que los laboratorios los cumplan. Pero existen diversas opiniones sobre cómo aplicar la evaluación de riesgos. «A menudo, es una cuestión de desigualdad: la gente no tiene los recursos ni la capacidad», dice Keith Hamilton, jefe de preparación y resiliencia de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). «Hay países en el mundo que simplemente no tienen presupuesto para la formación».
En la primera reunión internacional sobre los laboratorios de contención más grandes del mundo (Nivel 4 de bioseguridad) en diciembre de 2017, los expertos de más de 20 países identificaron numerosas diferencias, como la identificación de las mejores prácticas, un registro de formadores especializados y programas de evaluación institucional. En los estudios sobre los obstáculos para la formación en bioseguridad en las organizaciones relacionadas con la salud en África, Medio Oriente y Asia Central en 2018 y 2019 se han identificado factores, como el gobierno, las finanzas y los recursos humanos.
Una mala formación puede tener consecuencias. Saima Mohsin, formadora en bioseguridad en la Universidad de Karachi, Paquistán, imparte un curso de bioseguridad animal de forma virtual debido a la pandemia. “Creo que la seguridad es un desafío para todos los países que trabajan con organismos de los grupos de riesgo 2 ó 3”, afirma (la OMS clasifica los microrganismos en cuatro grupos de riesgo, y los laboratorios en los correspondientes niveles de seguridad, donde el 4 es el de mayor riesgo).
“Un trabajador incompetente puede transferir infecciones a otros”, expresa Mohsin. “Además, una inadecuada eliminación de desechos puede contaminar el medio ambiente”.
Algunos científicos han solicitado un estricto control de las investigaciones que pueden tener serias consecuencias si algo sale mal. Imke Schroeder, un microbiólogo de la Universidad de California, Los Ángeles, que estudia la seguridad en los laboratorios, está preocupado por la liberación de patógenos respiratorios, como el Mycobacterium tuberculosis resistente a los medicamentos o los virus respiratorios que han sido modificados para que sean más patógenos o transmisibles. No todas las exposiciones a patógenos en los laboratorios de investigación provocarán infección, pero la exposición aumenta el riesgo de infección.
Refiere que, aunque el consenso científico parece ser que el SARS-CoV-2 se originó en un mercado de la ciudad de Wuhan, las infecciones anteriores por coronavirus adquiridas en el laboratorio son un recordatorio de que tales infecciones ocurren y «los laboratorios que trabajan con patógenos altamente contagiosos y virulentos tienen que ser muy cuidadosos y requieren una supervisión competente por parte de terceros».
El reto de unificar las normas
Desde la Asamblea Mundial de la Salud de 2005, la OMS ha apoyado a los Estados miembros en la mejora de la bioseguridad mediante la publicación de orientaciones, el desarrollo de herramientas y la creación de capacidades. En diciembre de 2020, publicó un nuevo manual de bioseguridad en los laboratorios con el objetivo de optimizar el uso de los recursos y hacer que la bioseguridad sea más sostenible y alcanzable. Kojima afirma que se están haciendo progresos constantes a nivel mundial, pero espera que los 194 Estados miembros de la OMS lleguen a un consenso sobre algún tipo de norma mínima de bioseguridad.
En la Asamblea Mundial de la Salud de 2021 en Ginebra, EE. UU. dijo que quería una norma integral y un estándar internacional de bioseguridad. Algunos de los demás Estados miembros hicieron observaciones similares. Pero no se ha vuelto a saber mucho de la idea. Kojima afirma que, aunque la mayoría de los Estados miembros estarían de acuerdo en que deberíamos aumentar las medidas de seguridad y protección de forma más cohesionada, «el enfoque y la prioridad que se prefiere pueden variar de un país a otro», lo que sugiere la necesidad de debates más matizados. Añadió que la OMS está ofreciendo foros para estos debates, como el nuevo grupo de asesoramiento técnico sobre bioseguridad (TAG-B).
Uno de los retos es la variedad de sistemas legales y reglamentarios existentes en cada país a los que tendría que ajustarse una norma. Otro podría ser que las consecuencias de la liberación de un agente patógeno en una zona donde es endémico pueden ser diferentes a las de liberarlo en una donde es exótico. La fiebre aftosa, por ejemplo, circula entre el ganado de África, Oriente Medio, Asia y parte de Sudamérica. Pero un solo caso de un animal en un país donde está eliminada podría cerrar los mercados de exportación de la noche a la mañana. Un brote de fiebre aftosa en 2007 en el Reino Unido costó millones de libras.
«Es muy difícil llegar a un consenso», dice Kojima. «Sin embargo, la idea está ahí, y la cuestión es si se puede forjar un mayor consenso al respecto entre los Estados miembros».
En 2005, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó el Reglamento Sanitario Internacional, un instrumento jurídico que abarca las medidas para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas a nivel transnacional. Actualmente, el reglamento no tiene una disposición sobre bioseguridad o cumplimiento, y Filippa Lentzos, socióloga del King’s College de Londres que estudia la bioseguridad, dice que «no es realista obtener un acuerdo». En su lugar, sugiere que la norma de gestión de biorriesgos para laboratorios de la Organización Internacional de Normalización de 2019 (ISO35001) podría adoptarse a nivel internacional con una tercera parte responsable de la certificación y la validación.
Mientras tanto, Hamilton espera inspirar el debate entre los miembros de la OIE sobre la creación de un sistema internacional estandarizado para recoger y analizar los datos sobre las infecciones adquiridas en laboratorio. Según Kojima, no existe ningún mecanismo para que los miembros de la OMS notifiquen las infecciones adquiridas en laboratorio y muchos ya tienen una notificación nacional limitada. Los datos no se utilizarían para castigar o penalizar a los Estados miembros, sino que ofrecerían lecciones útiles para ayudar a otros a evitar incidentes similares o para informar sobre la política de bioseguridad. El incidente de Taiwán, dice Hamilton, podría ser una parte de esto. «Algo así podría poner de manifiesto la necesidad de una mayor transparencia en torno a los accidentes de laboratorio», afirma.
El reciente incidente en la Academia Sinica de Taiwán se produjo en un laboratorio del Centro de Investigación Genómica P3, que facilitó vídeos, libros de laboratorio y programas experimentales como parte de la investigación. «Tenemos que llevar un registro muy bueno de todos los que entran en el laboratorio P3, y hay una cámara de vídeo para controlar», dice Chen Chien-jen, epidemiólogo del centro y exministro de salud. «Este registro es muy, muy importante».
Chiou, de la Fundación para la Salud y el Desarrollo Sostenible, aplaude la idea de un sistema internacional estandarizado de notificación de las infecciones adquiridas en laboratorio. Sugiere que haya un solo punto de entrada por el que se pueda notificar un incidente a las agencias internacionales adecuadas según sea necesario, y que la notificación sea anónima para fomentar la participación de los países que teman ser identificados. La OMS podría decidir cuándo compartir los incidentes denunciados con otros o si hacerlo. «La denuncia no es algo vergonzoso», dice Chiou. «Son sus ojos».
Por: Andrew Silver, periodista independiente
Vea el artículo original y sus referencias bibliográficas en:
Traducción: Lic. Caridad Karell Marín. Grupo Traducciones. CNICM
Edición: Lic. Tania Izquierdo Pamias
Excelente artículo, necesario en estos tiempos donde considero se deba iniciar desde el primer año d formación académica para todas las carreras Biomédicas.