Más de un millón de personas se han diagnosticado en Cuba con la COVID-19, desde que en marzo de 2020 se confirmaron los primeros tres pacientes positivos al SARS-CoV-2. Son números que desde hace casi dos años han mantenido en vilo a todo un paÃs y han dejado huellas en muchos de nuestros hogares.
Sobradas lecciones han traÃdo consigo estos complejos meses de enfrentamiento al virus, que demuestran la imperiosa necesidad de cumplir en todos los escenarios con los protocolos de actuación diseñados para el manejo preventivo y terapéutico de la enfermedad.
Que hasta el momento se haya salvado el 97,4 % de las personas confirmadas no es un número más en el cúmulo de estadÃsticas: es, por encima de todo, muestra indiscutible de cuánto esfuerzo ha hecho Cuba para proteger la vida de nuestro pueblo en este perÃodo de duro batallar contra la epidemia paÃs adentro.
No obstante esa realidad, todo cuidado siempre será poco para minimizar los contagios tanto como sea posible. En el actual escenario los estudios de secuenciación del virus SARS-CoV-2 ya evidencian que la variante ómicron es la que comienza a prevalecer en Cuba, incrementándose asà la transmisión de la enfermedad.
Muestra de ello es que en los primeros 15 dÃas del mes de enero se confirmaron en Cuba 32 720 nuevos contagios, cifra muy superior a la reportada en noviembre (9 994) y diciembre (3 845); estamos conscientes de que que en esta etapa muchas personas con sÃntomas leves no acuden a las instituciones de salud o no son estudiadas, lo cual indica que las cifras actuales son más elevadas.
Ese incremento de casos diarios también está sucediendo en el mundo y nada puede hacernos pensar que en nuestro paÃs será diferente. Cumplir con los protocolos de actuación existentes —y que ya sabemos funcionan—, es vital para evitar que el crecimiento de confirmados que se manifiesta llegue a tensar otra vez nuestro sistema sanitario.