Centenario del natalicio del Comandante Dr. Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé (1921-2006)

Responsable: Patricia Alonso Galbán

Dpto. Servicios Especiales de Información

Hoy, 13 de octubre 2021, conmemoramos el centenario del natalicio del Dr. Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé, Comandante médico del Ejército Rebelde y después del triunfo revolucionario, Director del Hospital de Dementes de Cuba (Mazorra), incorporando el trato humanizado. Creador en Cuba del Plan Especial de Rehabilitación. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Presidente de la Asociación de Psiquiatras de América Latina, Premio a la Administración de Salud 1997, otorgado por la OPS/OMS, propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz.

Nació en Bauta, La Habana, un día como hoy, en 1921. Realizó sus estudios primarios y secundarios en la escuela del Cayo La Rosa, poblado industrial anexo a la textilera Ariguanabo, situada entre San Antonio de los Baños y Bauta. Durante ese tiempo estuvo obligado a alternar sus estudios con trabajos disímiles: vendedor de periódicos, limpiabotas, dependiente de bodega y mensajero, entre otros.

Realizó sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda enseñanza de Marianao. Allí ocupó la presidencia de la organización estudiantil y miembro del ejecutivo de la Federación de Institutos de Segunda Enseñanza de Cuba. Desde ese momento se incorporó a la lucha social y revolucionaria tomando parte en las acciones estudiantiles contra el primer gobierno de Batista.

En 1944 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana, donde se graduó de médico en 1951. Allí fungió como Presidente de la Asociación de Estudiantes de Medicina y Miembro del Secretariado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

En esta etapa logró la creación de la Clínica del Estudiante, en el Hospital Universitario “General Calixto García”. Esta clínica, en honor de su creador, llevó el nombre de Dr. Eduardo Bernabé Ordaz, por el acuerdo No. 12 de la Sesión del Consejo Universitario, celebrada el 7 de marzo de 1952, de recomendar esta decisión a la Junta de Gobierno del Hospital “General Calixto García”, propuesta aceptada por Acuerdo No. 15 del 26 de marzo del mismo año, según consta en el Acta No. 523.

En 1952 comienza a trabajar como médico residente de anestesia en el Hospital “General Calixto García”, institución de salud que se constituyó en trinchera del clandestinaje y las acciones contra la dictadura batistiana. Desde ese mismo año se incorporó de inmediato a diferentes organizaciones revolucionarias de acción y sabotaje, integrando la comisión organizadora del frustrado ataque al campamento militar de Columbia y participando en la reparación de armas. Estuvo preso por los cuerpos represivos de la tiranía en 13 ocasiones, una de estas en 1953, junto a otros 11 jóvenes como Fructuoso Rodríguez, Álvaro Barba y otros, porque esbirros del Buró de Investigaciones ocuparon armas y municiones en el recinto de la FEU, en la colina universitaria habanera.

Muy tempranamente se vinculó al Movimiento 26 de Julio y así fue llamado a la Sierra Maestra en enero de 1958, luego de la ofensiva del ejército de la dictadura. Hacia allí marchó, en compañía del médico y farmacéutico, Dr. Trillo. Al llegar a Territorio Libre, los llevaron al campamento del Comandante Universo Sánchez, donde también se encontraba el médico Faustino Pérez, quien había venido junto a Fidel y el Che en el yate Granma. Con Faustino y el Comandante “Daniel”, René Ramos Latour, se dirigieron a la Comandancia General.

Días después llegaban al campamento del Comandante Ramiro Valdés, donde también se encontraba el Comandante Médico del Ejército Rebelde Sergio del Valle. Allí descansaron un día para continuar camino hacia La Plata, donde estaba la Comandancia General.

Al llegar la tarde, acompañados de Ramiro Valdés, llegaban a La Plata y tenían el primer contacto con Celia Sánchez, quien inmediatamente les comunicó la idea de construir allí un hospital de importancia, que se llamaría “Mario Muñoz Monroy”, para honrar la memoria del heroico médico caído en el Asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.

En tanto se construía el hospital, comenzaron a atender a los heridos y enfermos en la propia casita donde se alojaban. El hospital de La Plata, que ayudó a construir, fue dirigido por Ordaz desde su inauguración y a todo lo largo de la guerra, con un reglamento que él mismo elaboró y sometió a la consideración de la Comandancia, que lo aprobó sin enmiendas.

El Dr. Trillo fue su más eficiente colaborador. Más tarde se sumarían al hospital “Mario Muñoz”, los doctores Julio Martínez Páez, pionero de los médicos de la Sierra –exceptuando al Che y Faustino, aunque este último no ejerció como tal– y el doctor Borges, estomatólogo. El Dr. Martínez Páez era el jefe de los servicios médicos del Ejército Rebelde.

El 15 de agosto de 1958, junto con la orden de Fidel declarando al hospital de La Plata una institución completamente autónoma, le llegaba el ascenso de Capitán al Dr. Ordaz.

Después de la Batalla de Guisa, donde atendió a los heridos, tanto de las tropas rebeldes como a un soldado de la tiranía, marchó a Charco Redondo, donde acondicionaron un hospital, que ya existía antes en esas Minas de Manganeso; pero que, a partir de ese momento, sería el primer hospital rebelde de esa zona. Al frente de ese hospitalito dejó al Dr. Trillo y él continuó con el Dr. Martínez Páez en la columna Invasora.

El jeep que trajo desde Charco Redondo, le acompañó durante sus años de Director del Hospital Psiquiátrico en sus incesantes recorridos por esa institución y sus dependencias aledañas, atento a los pequeños problemas que pudieran surgir en cualesquiera de los servicios asistenciales, presto a darles solución antes de que afectaran a sus pacientes.

Al terminar la guerra fue ascendido al grado de Comandante por el inolvidable Comandante Camilo Cienfuegos, Jefe del Ejército de la recién triunfante Revolución.

En la marcha de Fidel a La Habana, le encomendó la tarea de humanizar de inmediato “el infierno de Dante” que era el antiguo Hospital de Mazorra, donde se hacinaban, desnudos y famélicos, en camastros con bastidores sin colchones, sin tratamiento psiquiátrico ni humano, miles de enfermos mentales.

El 9 de enero, un día después de la entrada de Fidel a La Habana, fue nombrado el Comandante Médico de la Sierra, Dr. Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé, como Director, por su elevado espíritu humanitario y sus altísimas cualidades de organizador.

El Hospital que tenía la encomienda de dirigir a partir de ese momento tenía sus antecedentes en la Casa General de Dementes de la Isla de Cuba, fundada en 1857, en los terrenos del Potrero Ferro, propiedad de Don José Mazorra. Los primeros edificios construidos habían sido para atender a hombres enfermos mentales y, a partir de 1862, se inició la construcción de pabellones para mujeres.

De 1864 a 1892 doce médicos se sucedieron en la dirección del hospital y de 1892 hasta el final de la dominación española no hubo ningún médico en la dirección del hospital.

En 1899, frustrado el inicio de un gobierno independiente, ganado por derecho legítimo con el triunfo de los mambises, se inicia la I Intervención y Ocupación Norteamericana, y el gobierno interventor entrega la dirección del hospital al Coronel Médico del Ejército Libertador, Dr. Lucas Álvarez Cerice quien, a pesar de sus buenas intenciones y espíritu humanitario, no pudo mejorar las infrahumanas condiciones para el paciente mental hospitalizado. Al fin de la I Intervención se cambia su nombre por el de Asilo General de Enajenados de la Isla de Cuba.

De 1902 a 1950 no hubo cambios. La República mantuvo los pabellones sin mantenimiento, pacientes desnudos, falta de higiene, ausencia de alcantarillado, corrupción y robo.

En los años de 1950 a 1959 el hospital vivió su período más tenebroso bajo la dictadura batistiana, contaba con 14 pabellones de mujeres, 15 de hombres, 1 de niños y 1 dedicado a tratamientos clínicos. La institución, con apenas capacidad para 2 000 enfermos, albergaba más de 6 500 pacientes, la mayoría no identificados, con tratamientos insuficientes o inexistentes, encadenados muchas veces o sujetos a las camas como único modo de control para sus crisis.

Una vez asumida la dirección de la institución, el Comandante Ordaz creó las condiciones para trocar aquella vergüenza nacional en un hospital que realmente fuese capaz de devolver la salud mental y la dignidad humana a sus pacientes. El orden, la limpieza, la alimentación y la reparación de los viejos pabellones no se hicieron esperar.

Los últimos 40 años de la vida del Comandante Ordaz no podrían explicarse si no se habla de las profundas transformaciones que sufrió el Hospital de Dementes de Cuba hasta convertirse en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde se han rehabilitado y continúan este proceso miles de pacientes crónicos, que habían permanecido tantos años abandonados.

La dirección de este hospital, que ejerció ininterrumpidamente por más de cuatro décadas, acapararon toda su atención, su inteligencia, su voluntad, su tesón y su profundo respeto y amor por la vida y la salud humanas, especialmente la salud mental. El hospital, sus pacientes y su colectivo de trabajadores fueron siempre los únicos rivales en el afecto de Adelita, su compañera, de sus hijos y de toda su querida familia en Bauta.

Todo su amor y entrega a la causa revolucionaria lo materializó en la obra del Hospital Psiquiátrico. A ese centro le impregnó la humanización proclamada en el proyecto social de la Revolución, anunciado ya por Fidel en su hermoso alegato de defensa cuando el juicio del Moncada, conocido por La Historia me Absolverá”.

En 1962 se construyó el Servicio de Terapia Ocupacional y Rehabilitación. De 1969 a 1978 se celebraron 10 ediciones del Festival Deportivo y la Fiesta del Carnaval con la participación de pacientes. En 1973 se creó el Psicoballet como método terapéutico.

En 1983, veinte años después de haberse cerrado la Escuela de Enfermeras “América Arias”, anexa al Hospital Psiquiátrico de La Habana, que había sido legalizada el 21 de julio de 1902 por la Junta de Sanidad y Beneficencia, se fundó el Instituto Politécnico de la Salud para la formación de enfermeras/os y técnicas/os de la salud.

En 1994 los pacientes participaron en la Primera Olimpiada Internacional de Salud Mental, en Mayaguez, Puerto Rico, obteniendo el 2 do lugar con 24 medallas de oro, 20 de platas y 12 de bronce.

En el año 2003, por el Aniversario 484 de la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana, se realizó la Fiesta de Carnaval y el Festival Deportivo, en su 11 edición.

Para atender mejor a sus pacientes, el anestesiólogo se convirtió en psiquiatra, y sus actividades en el seno de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, como en la Latinoamericana y en la Internacional, resultaron muy valiosas. Estos efectos se vieron reflejados en los éxitos rotundos que constituyeron cada uno de los Congresos PsicoHabana celebrados durante el período en que ejerció la dirección de la institución psiquiátrica más importante del país. A esos eventos acudieron cientos de delegados extranjeros, atraídos por el alto nivel científico materializado en las acciones prácticas de ese centro hospitalario.

La hermosa verdad de la obra de la Revolución y de la obra personal de este hombre exigente y compañero con sus subordinados, tenaz y apasionado en su actividad cotidiana, como si cada mañana tuviera el reto de hacer una gran proeza, ha emocionado a centenares de visitantes de todas partes del mundo que, por diferentes vías y procedentes de distintos sectores sociales, han podido comprobar por sus propios ojos la realidad de ese centro asistencial cubano. La mejor evidencia de su obra está en el hecho de que en la época de la dictadura de Batista, los pacientes internados vivían solo 39 años y en el nuevo siglo XXI el promedio de vida alcanza los 77.

Los pacientes le llamaban “papá” a Ordaz, sus colegas y subordinados le decían “Comandante”, sus viejos amigos de Bauta le dijeron siempre “Bernabelito”.

No todos coincidían siempre con sus criterios; pero existía algo que resultaba común para todos: la admiración, el respeto y el afecto que el Dr. Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé supo despertar.

Entre las numerosas distinciones recibidas a lo largo de sus años de dedicada labor, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud le reconoció sus méritos, otorgándole la distinción de Héroe Nacional del Trabajo, y la Sociedad Cubana de Historia de la Medicina le otorgó la condición de Miembro de Honor, por su enorme contribución a la historia de la psiquiatría y la salud pública cubanas.

Obtuvo la categoría de Especialista en Psiquiatría en marzo de 1998. En reunión extraordinaria de la Academia de Ciencias de Cuba, se le otorga la condición de Académico Titular, el 19 de septiembre de ese mismo año. El 13 de enero de 2004, el doctor Ordaz Ducungé recibió la condición honorífica de Director Fundador de la institución.

Nunca se quitó el sombrero alón, ni la barba rebelde. Se mantuvo siempre guerrillero, en su interior y en su exterior. Su honestidad, coraje y fidelidad a sus principios, estuvieron también en evidencia en su buró lleno de papeles, acompañados de una biblia y un rosario. En las paredes de su oficina, junto a varios recuerdos de su vida revolucionaria, colgaba también un crucifijo.

¡En el centenario de su natalicio, continuamos admirando su pasión y entrega a la atención a la salud mental, con la calidad que se merecen las personas!

Por: Profesora Consultante María del Carmen Amaro Cano
Vice-Presidenta Sociedad Cubana Historia de la Medicina

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