La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la era nuclear nacieron casi simultáneamente. Los horrores de la Segunda Guerra Mundial culminaron en las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki en Japón, lo que puso de relieve la necesidad de controlar el desarrollo nuclear.
Ya en su primera resolución, la Asamblea General de la ONU estableció la Comisión de EnergÃa Atómica de las Naciones Unidas con el objetivo de tratar los problemas surgidos a raÃz del descubrimiento de la energÃa nuclear.
Hoy, la historia nos ha demostrado que las tragedias humanas y medioambientales resultantes de los ensayos nucleares justifican la necesidad de conmemorar un DÃa al año que nos recuerde la importancia de no perder de vista este tema, más aún, teniendo en cuenta que las armas atómicas contemporáneas son cada vez más poderosas y destructivas.
Y es que ese riesgo nuclear que tanto se ha tratado de erradicar a lo largo de estas últimas décadas, está hoy más latente que nunca. Tal cual declaraba Antonio Guterres, actual secretario general de la ONU, «incluso durante las fases más tensas de la Guerra FrÃa, las potencias nucleares redujeron significativamente su arsenal nuclear. HabÃa amplio consenso en contra de su utilización y la proliferación de las armas nucleares y los ensayos nucleares. Hoy dÃa, corremos el riesgo de olvidar lo que aprendimos de lo que sucedió en 1945».
Desde que los ensayos nucleares empezaron en 1945, se han ejecutado más de 2000 pruebas, dejando consecuencias devastadoras para la humanidad.
En los primeros años de esta práctica, se prestó poca atención a sus efectos y al peligro para la vida de las lluvias radiactivas derivadas de los ensayos en la atmósfera.
Ante esta creciente amenaza, el 2 de diciembre de 2009, la Asamblea General aprobó por unanimidad su resolución 64/35 en donde se declara el 29 de agosto como el DÃa Internacional contra los Ensayos Nucleares. La resolución, que fue propuesta por la República de Kazajstán, apoyada por otros paÃses, tenÃa como finalidad celebrar la clausura del polÃgono de ensayos nucleares de Semipalátinsk, la cual ocurrió ese mismo dÃa de agosto en 1991.
Sin embrago, los desafÃos persisten, ya que el instrumento internacional que las impedirÃa, el «Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares (TPCEN)» (de 1996), desafortunadamente, no ha entrado todavÃa en vigor.
También desde 1957 funciona el Organismo Internacional de EnergÃa Atómica (OIEA), quien junto a sus Estados Miembros y diferentes asociados alrededor del mundo, trabaja para impulsar el uso seguro y pacÃfico de las tecnologÃas nucleares. La relación del OIEA con las Naciones Unidas encuentra su guÃa en un acuerdo firmado en 1957 (INFCIRC/11). En él se estipula que «el Organismo se compromete a realizar sus actividades con arreglo a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas para impulsar la paz y la cooperación internacional, en conformidad con las polÃticas de las Naciones Unidas para profundizar en el establecimiento de un desarme controlado a nivel mundial y en conformidad con todo acuerdo internacional concertado en aplicación de dicha polÃtica».
Nada contribuirÃa más a evitar una guerra nuclear o la amenaza del terrorismo nuclear que la eliminación de los ensayos nucleares. Y es que, el final irreversible de las explosiones nucleares es la única manera de prevenir el desarrollo futuro de las armas nucleares.
No queremos que la historia de la pequeña Sadako se repita.