Experiencias adversas en la niñez y consecuencias para la salud: un estudio de 20 años en el mundo real

Responsable: Tania Izquierdo Pamias

Dpto. Servicios Especiales de Información

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia contra niños como cualquier forma de maltrato hacia personas menores de 18 años, perpetrada por conocidos o desconocidos. Por su parte, las experiencias adversas en la infancia (ACE, por sus siglas en inglés) engloban eventos potencialmente traumáticos ocurridos entre los 0 y 17 años, como abuso, negligencia y disfunciones familiares, además de otros factores como violencia comunitaria, pobreza extrema, terrorismo y desplazamiento forzado.

Las ACE no son exclusivas de un entorno social o económico; pueden ocurrir en el hogar, la escuela, instituciones de cuidado y hasta en internet. Los perpetradores pueden ser familiares, vecinos, compañeros de clase o desconocidos. Sin embargo, este problema sigue siendo infrarreportado debido a la falta de reconocimiento por parte de las familias, los profesionales de la salud y la comunidad. Factores como el castigo físico, aceptado como método educativo en algunas regiones, o la negligencia emocional, a menudo no percibida como abuso, agravan esta situación.

A nivel global, se estima que el 50 % de los niños entre 2 y 17 años experimentan algún tipo de violencia física, emocional o sexual cada año. Además, 300 millones de niños de 2 a 4 años son víctimas de castigos corporales o violencia psicológica por parte de cuidadores. Estos datos exponen un problema de salud pública con graves implicaciones en la salud física, mental y social.

Consecuencias de las ACEs

La infancia y la adolescencia son etapas críticas para el desarrollo, y la exposición a ACEs durante estos períodos puede tener consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Entre las principales secuelas se encuentran:

  1. Traumas y toxicidades: Intoxicaciones accidentales o intencionadas y lesiones traumáticas.
  2. Trastornos de salud mental: Depresión, ansiedad, trastornos por estrés postraumático, entre otros.
  3. Enfermedades físicas: Hipertensión, enfermedades cardiovasculares, obesidad y trastornos autoinmunes.
  4. Cambios epigenéticos: Modificaciones en la expresión genética que predisponen a enfermedades futuras.

Además, las ACEs tienen un efecto acumulativo: la exposición a cuatro o más experiencias adversas aumenta significativamente el riesgo de desarrollar trastornos físicos y mentales. Este impacto ha sido corroborado por múltiples estudios, destacando la necesidad de intervenciones tempranas para mitigar las secuelas.

Rol de los profesionales de la salud

Los profesionales de la salud, especialmente en servicios de urgencias y atención primaria, tienen un papel fundamental en la identificación y reporte de casos sospechosos de ACEs. Sin embargo, las cifras actuales indican una subdetección alarmante. En Europa, el 22.9 % de los niños son víctimas de abuso físico, pero un estudio en Portugal reveló que solo el 0.6 % de los casos atendidos en emergencias pediátricas estaban relacionados con violencia.

La atención primaria permite construir una relación médico-paciente que facilita la identificación de situaciones de violencia recurrente o encubierta. Además, la detección temprana puede prevenir la escalada del daño y la revictimización.

Este artículo publicado en la revista Frontiers in Medicine tuvo como objetivo analizar los resultados de salud en niños menores de 16 años sospechosos de haber experimentado ACE. Los objetivos específicos incluyeron describir:

  • Lesiones traumáticas e intoxicaciones
  • Trastornos de salud mental
  • Enfermedades físicas

Se realizó un estudio observacional retrospectivo y multicéntrico con datos de expedientes electrónicos de la unidad de salud local (2001–2021). Se aplicaron códigos ICD-9, ICD-10 e ICPC-2 para identificar víctimas sospechosas.

De los 40,536 niños analizados, solo el 2.3% (n=918) fueron registrados como víctimas sospechosas. Los niños con ACEs mostraron mayores tasas de problemas sociales, lesiones, intoxicaciones, trastornos mentales y enfermedades físicas en comparación con la población general.

Los resultados revelan un significativo sub-diagnóstico de ACEs, lo que debe tomarse como una advertencia crítica. A pesar de las graves consecuencias descritas en la literatura, la detección temprana sigue siendo limitada. Esto podría atribuirse a barreras como el estigma, la falta de formación de los profesionales y la percepción cultural de ciertas formas de violencia.

Vea el artículo completo en:

Martins B, Taveira-Gomes T, Gomes JC, Vidal-Alves MJ and Magalhães T (2025) Adverse childhood experiences and health outcomes: a 20-year real-world study. Front. Med. 11:1429137. doi: 10.3389/fmed.2024.1429137

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