Sanar después del huracán: historias de la brigada de salud mental en Granma

Responsable: Mirta Núñez Gudás

Dpto. Servicios Especiales de Información

Después del paso devastador del huracán Melissa, la provincia cubana de Granma quedó herida en muchos sentidos: casas destruidas, caminos anegados y familias que aún no podían dormir tranquilas. En medio de esa realidad nació una misión urgente: acompañar emocionalmente a quienes más habían sufrido.

Por eso llegó hasta allí la Brigada de Salud Mental, un pequeño equipo convocado por el Ministerio de Salud Pública, armado solo con su experiencia, colores, juegos y una enorme capacidad de ternura. Su propósito era simple y profundo: devolver calma, sostén y alegría a niños, adolescentes y adultos que enfrentaban las secuelas invisibles del desastre.

A bordo viajaban la Dra. Tania Adriana Peón Valdés, especialista en Psiquiatría Infantil de La Habana; el Dr. Julio César González Aguilera, especialista en Psiquiatría de Villa Clara; los psicólogos espirituanos Denise Cedeño y Elieser Sánchez; y Alba Rosa Zamora, licenciada en Rehabilitación social y ocupacional, integrante del Contingente de trabajadores sociales en la capital. A ellos se unieron psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales de Granma, y juntos formaron un equipo sin más escudo que su humanidad, sin más herramientas que colores, pelotas, títeres y materiales donados por UNICEF; y sin más certeza que una: la gente necesitaba algo más que alimentos y techos. Necesitaba abrazos.

El Recreo: el día en que la infancia volvió a reír

En El Recreo, una comunidad que parecía suspendida en un silencio más profundo que el lodo, los niños llegaron primero de dos en dos, luego en grupos, y terminó en un estallido de vida: 116 niños, adolescentes, madres y abuelos jugando, pintando, hablando, abrazándose.

“La alegría se convirtió en herramienta de sanación”, recuerda la Dra. Tania Adriana Peón Valdés. Hubo dinámicas grupales, historias compartidas, llantos que se desarmaron en risas y una sesión de abrazos que devolvió al cuerpo un lenguaje que el miedo había silenciado.

Guamo: donde la vida se reconstruye

En Guamo, la brigada encontró un pueblo que todavía olía a susto. Los adolescentes narraron cómo, durante la evacuación, el tren que los trasladaba sufrió un descenso brusco en la vía férrea. Muchos vivieron ese momento como una frontera entre la vida y la muerte, y aún cargaban el temblor en la voz.

“La resiliencia de esos muchachos es fantástica”, cuenta Tania. Allí trabajaron por separado con adolescentes, mujeres —a través de psicodrama— y adultos mayores. Cada grupo tenía su idioma emocional; cada uno, una herida distinta. Pero en todos nació un mismo milagro: la voluntad de seguir adelante.

Malacó: el derecho sagrado al juego

En Malacó, Río Cauto, descubrieron otra herida silenciosa: la ausencia del juego. No del juguete, sino del acto mismo de jugar. La brigada lo recuperó. Dibujar, correr, inventar cuentos, construir mundos con papeles de colores… cada risa era una grieta abierta en la tristeza.

UNICEF los ha apoyado con materiales que parecían luz embotellada; en manos de los niños, esa luz se ha transformado en cometas, castillos de cartón, pinturas que devuelven color a las comunidades.
“El juego es un derecho”, repiten los especialistas. “Incluso cuando la vida se vuelve emergencia.”

La Jatía, en Jiguani: escuchar para sanar

Cerca de Dos Ríos, justo donde el Contramaestre y el Cauto se abrazan, y donde sus crecidas arrasaron con tantos bienes, la brigada hizo terapia, tejió resiliencias, escuchó silencios y palabras que necesitaban salir. En la escuela primaria “Ángel Perfecto de la Guardia Bello”, los niños compartieron emociones y vivencias mientras las actividades devolvían alegría y confianza.

En las viviendas, las familias narraron sus miedos y pérdidas; juntos se reflexionó sobre la solidaridad que los ha sostenido.

Este acompañamiento busca atender las necesidades emocionales inmediatas, sí, pero también sembrar esperanza y fortalecer los lazos comunitarios.

Las rutas invisibles: más de 20 comunidades tocadas por la esperanza

En un mes, la brigada ha llegado a más de 20 comunidades, muchas intrincadas, algunas casi escondidas entre barrancos y ríos. El Gobierno y las autoridades locales les ha apoyado con una guagua Diana o con un camión, cuando los caminos parecen pruebas de fe.

También han acompañado a los policlínicos más afectados, donde médicos, enfermeras y técnicos —agotados tras días sin descanso— hasta han roto a llorar durante las dinámicas grupales. Tania ha cuidado de su equipo con rigor: vitaminas diarias, higiene extrema, protección constante.

“A mi brigada la devuelvo sin enfermarse con el virus”, repite como un conjuro.

El amor como metodología

A fuerza de andar, la brigada creó su propia ciencia: una metodología basada en el abrazo, la escucha y el reconocimiento de fortalezas.

No es un manual, es una convicción. Comprender que no iban solo a mitigar traumas, sino a recordarles a las personas que Cuba, incluso en la tragedia, guarda una reserva infinita de ternura.

Lo que queda después del huracán

Con las clases reiniciadas y la vida intentando acomodarse de nuevo, la brigada sigue allí: en cada sitio donde alguien susurra: “yo también necesito que me escuchen.

Trabajamos en las escuelas, los maestros nos dan pasos felices …en las comunidades más aisladas son sólo 25 o 30 niños… en otras más, por ejemplo, en GUAMO…

Ha sido una experiencia sublime —dice Tania—. Hemos aprendido muchísimo. Es muy gratificante lo que recibimos de las personas… nos agradecen profundamente, hasta nos dicen que fue Dios el que nos puso en esos lugares… y al terminar: ¿la frase fija «cuándo vuelven?, y uno siente que no puede irse del todo”.

Y tal vez por eso, cuando se les ve avanzar, entre casas todavía mojadas y árboles torcidos, uno comprende que su historia es más larga que la del propio huracán.

Porque la recuperación material es necesaria, sí, pero hay otra que solo es posible cuando alguien llega, te toma la mano y te dice: aquí estoy.

Y entonces ocurre el prodigio: después del desastre, la vida vuelve a nacer.

Por: Mylenys Torres Labrada.

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