La llegada de este nuevo coronavirus, ha generado en la humanidad un desaforado empleo de recursos epidemiolóÂgicos para contenerlo; sin embargo, esto resultará imposible si no conocemos los factores biopsicosociales de la poblaÂción y las condiciones de la respuesta inmunológica que se desencadena como respuesta ante la misma.
En la sección Cartas al editor, de la revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba; Vol. 12, 1 (2022): enero-abril, se publicó este artÃculo donde los autores indican que varios meses después de declarada la panÂdemia, surgieron informes que describÃan secuelas fÃsicas y neuropsiquiátricas persistentes después de la infección por SARS-CoV-2.
Mientras que los sÃntomas neuropsiquiátricos residuales o persistentes no son infrecuentes en los superviÂvientes crÃticamente enfermos tras el ingreso en una unidad de cuidados intensivos (UCI), los estudios de seguimiento posteriores al COVID-19 revelan que una infección leve e inÂcluso asintomática puede provocar deterioro cognitivo, deliÂrium, fatiga extrema y sÃntomas del estado de ánimo clÃnicaÂmente relevantes.
La COVID-19 provoca alteraciones psiquiátricas y somáÂticas, resultado de la interacción entre múltiples factores, que dependen en gran medida del virus, el huésped y el medio ambiente en que estos interactúan y de la manera que esta interrelación impacta en los 3 sistemas responsables de manÂtener la homeostasis del organismo: el sistema nervioso, el endocrino y el inmune.
El funcionamiento del sistema inmune lleva, también, a una respuesta de estrés visceral con impacto en la salud mental. Además, el SARS-CoV-2 es capaz de alcanzar al sisÂtema nervioso central y producir neuroinflamación, lo que faÂvorece a las manifestaciones psicológicas.
En este sentido, algunos autores han reportado relación entre la severidad de los sÃntomas somáticos, psiquiátricos y los niveles de citoÂcinas en los pacientes positivos para SARS-CoV-2, además, se ha observado que los individuos con caracterÃsticas que deprimen al sistema inmune, como la obesidad y la edad avanzada, también son más proclive a desarrollar trastornos psiquiátricos como deterioro cognitivo, ansiedad y depresión, lo que apunta hacia el posible rol del sistema neuroinmune en esta asociación.
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Muy interesante