Trabajo periodístico

19 de octubre: Día Mundial de Lucha contra el Cáncer de Mama. Una fecha para reflexionar, prevenir y actuar

Cada 19 de octubre, el mundo se une para crear conciencia sobre el cáncer de mama, una enfermedad que afecta a millones de mujeres y que, detectada a tiempo, puede ser tratada con altas probabilidades de éxito.

En Cuba, el cáncer constituye la segunda causa de muerte, y dentro de esta realidad, el cáncer de mama ocupa uno de los primeros lugares en incidencia entre las mujeres. Cada año, se diagnostican alrededor de 3,500 nuevos casos en mujeres cubanas, lo que resalta la urgencia de mantener activas las campañas de educación, pesquisa y atención médica especializada.

El sistema de salud cubano ha desarrollado estrategias de detección temprana mediante el autoexamen, los chequeos médicos regulares y el acceso a estudios especializados como la mamografía, especialmente en mujeres mayores de 40 años o con antecedentes familiares.

Más que una fecha simbólica

El 19 de octubre no es solo un día para vestir de rosa, sino una oportunidad para reforzar el compromiso individual y colectivo con la salud femenina. Es una invitación a:

» Hablar abiertamente del tema, eliminando estigmas y temores.

» Fomentar el autoexamen como herramienta de vigilancia personal.

» Acudir al médico regularmente, aunque no haya síntomas.

» Apoyar a quienes atraviesan la enfermedad, desde lo emocional hasta lo práctico.

Con prevención, información y solidaridad, el cáncer de mama se puede enfrentar con esperanza.

Por: Mylenys Torres Labrada.

Anestesiología cubana: ciencia, compromiso y renovación

Cada 16 de octubre, el mundo rinde homenaje a los anestesiólogos. La fecha conmemora el primer uso exitoso de la anestesia general en 1846, un hito que transformó la historia de la medicina. Este año, Cuba celebra el Día Mundial de la Anestesia en un contexto especial: el inicio del XIII Congreso Cubano de Anestesiología, Reanimación y Dolor, que se desarrolla del 16 al 18 de octubre en el Hotel Nacional.

A propósito, Infomed conversó con el Dr. Alioth Fernández, vicepresidente desde 2018 de la Sociedad Cubana de Anestesiología y Reanimación (SCAR).

«Tenemos que dar una respuesta segura, eficiente y efectiva a la demanda creciente de servicios que requieren nuestra participación, especialmente en la actividad quirúrgica», señala el Dr. Fernández. «Pero no es el único desafío. A ello se suma la necesidad de preparar a los anestesiólogos para actuar en las edades extremas de la vida, un terreno que exige conocimientos especializados. La población es cada vez más envejecida, y a la vez, más recién nacidos prematuros y de bajo peso logran sobrevivir. Ambos extremos exigen habilidades y conocimientos muy específicos para garantizar la seguridad durante el acto anestésico-quirúrgico», enfatiza.

La anestesiología es una de las ramas de la medicina que más rápidamente incorpora innovaciones. Y en opinión del Dr. Fernández, quien desde el 2006 labora en la Unidad Quirúrgica del Hospital Pediátrico Universitario “William Soler”, la modernización tecnológica es clave para avanzar en la calidad asistencial. «Debemos centrar nuestros esfuerzos en el uso de la ultrasonografía, la anestesia total intravenosa (TIVA) y la monitorización del estado de conciencia y la actividad cerebral. Estas herramientas permiten una anestesia más precisa, segura y centrada en el paciente».

El XIII Congreso no es solo un evento científico, es también una plataforma para compartir saberes, construir alianzas y mantenerse al día con los avances globales. «Este congreso representa una oportunidad única para el intercambio de conocimientos y experiencias entre colegas, así como para la actualización en las tendencias más recientes de la anestesiología y el manejo del dolor», expresa el vicepresidente de la SCAR.

Entre las actividades más destacadas del programa científico se encuentran: la V Jornada de Anestesiólogos Cardiotorácicos y el Simposio de Atención Integral al Dolor. «Este programa refleja nuestro compromiso con la formación continua y la excelencia clínica”, resume.

Al celebrarse el Día Mundial de la Anestesia, el Dr. Fernández envía un mensaje a sus colegas cubanos:

«Yo escogí Anestesiología por ser una especialidad muy completa que exige un dominio de las ciencias médicas básicas, de habilidades clínicas y destreza con la tecnología: una triada que pocas especialidades tienen. Hoy, por mucho que hacemos por visibilizar los encantos de la especialidad, no logramos una incorporación adecuada de nuevos residentes. Por eso nos preocupa el futuro. A los que están, les decimos que estudien y entrenen, que el conocimiento y las habilidades son el patrimonio que nos distingue. Reconocemos la entrega, el compromiso y la responsabilidad que caracterizan a nuestros anestesiólogos. Los invito a continuar apostando por la superación profesional, la ética en el ejercicio de nuestra labor y el fortalecimiento de una especialidad que es esencial para la salud pública en Cuba.»

Por: Mylenys Torres Labrada.

Voces del Henry Reeve (IX). Dra. Yaquelin Piñeiro González: volver a la vida para salvarla otra vez

Yaquelin Piñeiro González nació en Manzanillo, pero vive en Bayamo, en la provincia oriental de Granma donde ejerce como ginecobstetra. Su vida parecía transcurrir entre consultas y bebés, hasta que un día la urgencia del mundo la llevó mucho más lejos: a Sudáfrica, con el Contingente Internacional “Henry Reeve”, en plena pandemia de la COVID-19. Fue allí donde el destino le esperó con la más dura de las batallas.

Pasó de estar del lado de quienes curan al de quienes luchan por sobrevivir: se contagió, estuvo en terapia intensiva, se debatió entre la vida y la muerte. Pero volvió. Y cuando recuperó el aire y la fuerza, decidió otra vez vestirse de médica, no para cuidarse a sí misma, sino para cuidar a los demás.

– Cuando escuchaste el llamado del Contingente “Henry Reeve” en plena pandemia, ¿qué pasó por tu mente y tu corazón?

«No lo pensé dos veces. Había estudiado inglés para ir a una misión en un país con ese idioma y, aunque el escenario cambió con la llegada de la COVID, el compromiso era el mismo: estar donde más me necesitaran».

– ¿Qué sentiste al poner un pie en Sudáfrica, después de aquel vuelo largo y de tantas incertidumbres?

«Fueron más de 16 horas de viaje. La llegada respondía a una solicitud hecha por el Excmo. Presidente Cyril Ramaphosa al Excmo. Presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel Bermúdez. Y fue el mismo mandatario quien nos dió la bienvenida aquel lunes 27 de abril de 2020 en la capital Pretoria. Éramos 217 especialistas y trabajadores cubanos de la salud que ayudaríamos a contener la propagación de la pandemia de COVID-19 en las diferentes provincias de Sudáfrica. En la brigada había expertos en los campos de
epidemiología, bioestadística y salud pública; médicos de familia para guiar las intervenciones a través de pruebas puerta a puerta y ayudar a los trabajadores locales en la promoción y la vigilancia de enfermedades a nivel comunitario; ingenieros de tecnología de la salud para ayudar a mantener el inventario, despliegue y reparación de equipos médicos viejos; y expertos para proporcionar asistencia técnica, trabajando con expertos nativos».

– Cuidando enfermos, te contagiaste. ¿Cómo recuerdas ese momento?

«Me tocó vivir la parte más dura de la misión: pasar de ser quien cura, a ser la paciente. Estuve en terapia intensiva, luego vino la
rehabilitación para poder volver a respirar sin dificultad. Fue como volver a aprender la vida».

– Y aún así regresaste a salvar… ¿de dónde sacaste esa fuerza?

«Del amor por mi profesión, de mi familia que siempre me apoya, de mis vecinos que me despiden y me reciben como si fuera una hija de todos. Y del compromiso con Cuba y con la humanidad».

– Después de esa experiencia, ¿cómo ves hoy tu trabajo diario en el policlínico?

«Sigo como ginecobstetra en el Policlínico “Jimmy Hirzel”, en Bayamo. El programa materno infantil es vital para la salud del país: de nuestras gestantes depende el futuro. Es un trabajo fuerte, detallado, pero hermoso. Cada consulta es también un acto de amor».

– ¿Qué le dirías a quien cree que no vale la pena tanto sacrificio?

«Les diría que nada se compara con salvar una vida, con ver a un niño nacer sano, con acompañar a una madre en sus miedos y alegrías, con sentir que tu esfuerzo es parte de algo más grande. Ahí está el sentido de todo».

Por: Mylenys Torres Labrada.

Voces del Henry Reeve (VIII). Dra. Yoandra Muro: la brújula de la entrega

Hay mujeres cuyo estado natural es inspirar. En ellas, la fuerza no se anuncia: se ejerce. Así ocurre con Yoandra Muro Valle, quien, siendo muy joven, ya marcaba caminos. Fue dirigente de la FEU y, a los 27 años, asumió la conducción de la brigada médica cubana en Guatemala. Más tarde también dirigió la de Bolivia, y ocupó, entre otras responsabilidades, la de rectora durante cinco años de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAN).

De esa muchacha que hablaba en nombre de sus compañeros universitarios a la mujer que hoy dirige la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana (UCMH), media un mismo espíritu: la certeza de que servir y guiar son actos inseparables.

Con esa convicción, y una dulzura sempiterna, acepta el reto de volver sobre su historia. Hablar del Contingente “Henry Reeve” y hablar de Fidel Castro la levantan por dentro, como si la pasión la encendiera de golpe.

Su mente guarda con especial cariño un fragmento de 2005, en Guatemala: la tormenta Stan había dejado miles de muertos.

«Cuando comunicamos a Cuba la situación, Fidel nos llamó y nos dijo que fuéramos al Ministerio de Salud de ese país a ofrecer ayuda cubana. En menos de 48 horas llegaron los primeros cien médicos. Era complicado, porque el país no estaba preparado para algo así, pero él insistió: ‘Vamos a ayudar, sin ser una carga’. Un tiempo después, el jefe de la brigada tuvo que partir a Pakistán, y el propio Comandante me dio la tarea de asumir también la dirección de la brigada enviada del “Henry Reeve”.»

– ¿Qué hizo que aquella misión fuera inolvidable para usted?

«Cada detalle, cada preparación. Fidel pensaba en todo: nos sugirió preparar mochilas con lo imprescindible para resistir quince días o un mes en comunidades incomunicadas, calculaba calorías, sacos de dormir, alimentos resistentes… incluso nos decía qué comprar y cómo organizarlo. Recuerdo haber sentido esa sensación de que, a miles de kilómetros, alguien como él, con tantos deberes y tantas preocupaciones, se ocupaba de nosotros con un cuidado extraordinario.»

– Hay muchas anécdotas de cómo se mantenía la cercanía con él que son verdaderas lecciones de grandeza humana…

«Así es, nos seguía por los mapas, nos orientaba sobre carreteras interrumpidas, se aseguró de que tuviéramos teléfonos satelitales para comunicarnos con nuestras familias… En la transmisión en vivo de una Mesa Redonda que condujo junto a Randy Alonso, percibió que no respondí al instante una de sus muchas interrogantes, y cambió de tema, como para no presionarme demasiado, como para seguir siendo ese líder cercano y caballeroso que escuchaba con respeto, como si cada palabra nuestra
importara.»

– Y al ser convocada para viajar a Bolivia en 2017, en lo que sería su segunda misión, vivió momentos muy distintos, donde la experiencia acumulada resultó clave…

«Sí, Bolivia fue otro escenario, con sus propias complejidades en medio de las cuales me aportó mucho lo vivido en tiempos de la “Henry Reeve” en Guatemala. Allí ya existía una colaboración médica consolidada desde hacía más de una década, con colegas distribuidos en decenas de hospitales y centros de salud. Proyectos como la Operación Milagro habían devuelto la visión a miles de personas, incluso de países vecinos.

Pero el contexto político comenzó a tensarse. A diferencia de otras misiones, esta vez sentimos una hostilidad que no venía del pueblo —que siempre nos brindó afecto y respeto—, sino de ciertos sectores empeñados en desacreditar nuestro trabajo. Se vivía un clima difícil. En el último año, ante huelgas del personal médico local, asumimos responsabilidades  adicionales, cubriendo servicios en medio de una creciente campaña de difamación.

Fue duro. Hay cosas que duelen todavía: pasar de ser médicos a ser vistos como sospechosos, señalados por causas que nada tenían que ver con nuestra vocación. Acostarte con la tranquilidad del deber cumplido y despertarte bajo una acusación infame, eso no se olvida.

Y sin embargo, también allí vivimos lo más hermoso de la solidaridad cubana. Nos cuidamos unos a otros, resistimos juntos. El acompañamiento de nuestro gobierno fue constante, no nos faltó la voz ni la mano de Cuba. Lo que quedó en Bolivia fue la historia de una brigada firme, unida, que salvó vidas, que llevó luz a los ojos de tantos, y que se mantuvo con dignidad en medio de la tormenta.»

– Después de tantas historias vividas, ¿qué representa para usted el “Henry Reeve»?

«Es una experiencia imprescindible en mi memoria. Son relatos y enseñanzas que le contaré siempre a mi hija Camila, y a cada joven que ayude a formar, para que sepan que servir también significa cuidar los pequeños detalles.»

Por: Mylenys Torres Labrada.

Voces del Henry Reeve (VII). El primer médico cubano que curó en La Higuera

El destino suele escribir con tinta inesperada: a veces con lodo de huracán, otras con polvo de montaña. Así se trazó el camino del Dr. Lázaro Casimiro Izquierdo Machín, hasta convertirlo en el primer médico cubano en La Higuera, el caserío donde la historia quedó detenida con la muerte del Che Guevara.

En 2005 había estado en Guatemala, enfrentando el desastre del huracán Stan. Allí, entre derrumbes y aguas embravecidas, una brigada del recién fundado Contingente Henry Reeve se estrenaba salvando vidas, y Lázaro era parte de ella. Ya eso constituía un orgullo inmenso para aquel joven médico habanero, moreno y humilde, que se abrió paso entre sacrificios hasta alcanzar su título. Pero la vida le tenía reservada una honra mayor.

Solo unos meses después, tras la toma de posesión del presidente Evo Morales, Bolivia sufrió lluvias torrenciales, desbordamientos de ríos y derrumbes. El país pidió ayuda a Cuba, y junto a más de un centenar de médicos, Lázaro se adentró por aquellos caminos serpenteantes tan estrechos… que parecían colgar del aire, desafiando al abismo. Fue así como llegó a los Valles Cruceños, al municipio de Pucará, en la provincia de Vallegrande.

La noticia inesperada

Una vez en Vallegrande, la dirección de la misión le comunicó que, por orientación del propio presidente Evo Morales, se abriría un puesto médico en La Higuera. Y el designado para inaugurarlo sería él.

Había crecido bajo el lema de “Seremos como el Che”, lo practicaba en cada gesto de entrega al paciente. Pero, ¿cómo asimilar que sería el primero en llevar bata blanca al lugar donde la historia aún susurraba el nombre del guerrillero? Fue un privilegio que al inicio parecía irreal, pero pronto se convirtió en un compromiso inmenso. Aceptó la misión esa misma tarde, sin vacilar.

El viaje no fue sencillo, pero todo valía la pena. Al día siguiente, junto a otros compañeros de la brigada y pobladores de La Higuera,  comenzó la habilitación del lugar donde funcionaría la consulta.

El 14 de junio de 2006, día del natalicio del Che, y con la presencia de Evo Morales, Álvaro García Linera y la jefatura de la misión, se inauguró oficialmente el primer puesto médico cubano en La Higuera. Y con ello, comenzaba una historia que merece ser contada:

– Doctor, ¿cómo fue aquel primer día en La Higuera?

«Fue algo indescriptible. La Higuera tenía apenas 150 habitantes y desde ese pequeño consultorio atendíamos a diez comunidades rurales, las mismas por las que había transitado el Che en su travesía. Sentí que estaba uniendo dos símbolos: la memoria de lucha y sacrificio del Che, y la vida y la salud que Cuba podía ofrecer a ese pueblo.»

– ¿Cómo era el trabajo con la comunidad?

«Muy humano. Era un pueblo de gente pobre y generosa, que me miraba asombrada: nunca habían tenido un médico, mucho menos un cubano. Yo hacía mucha labor en el terreno. Me integré a las escuelitas, donde los maestros me brindaban facilidades, me cedían espacio para consultas y charlas de educación sanitaria. Algo que recuerdo con especial cariño es que cuando terminaba mi labor en una comunidad y debía ir a otra, los maestros les encargaban a los  propios niños que fueran mis guías. Ellos conocían cada vereda, cada obstáculo del camino, y me llevaban con alegría. Jamás sucedió algún problema. Eso fue profundamente conmovedor.»

«Las familias no hallaban cómo agradecerles a Cuba haber colocado allí a uno de sus hijos, a veces se  desprendían de lo poco que tenían. Hubo noches que comíamos sentados en el piso, compartiendo su pan y su afecto. Lo hacían con la ternura más sincera. Así se creó una relación entrañable entre médicos, maestros y niños.»

– ¿Compartió ese trabajo con otros médicos cubanos?

«Sí. Cuando un colega se destacaba en otra zona, lo enviaban a trabajar conmigo en dúo. Así compartíamos experiencias, recorríamos juntos las comunidades y reforzábamos la atención médica. La gente siempre nos recibió con gratitud y cariño.»

– ¿Recuerda alguna experiencia fuera de las consultas, relacionada con su misión en Bolivia?

«Sí, una muy especial. Estando en La Higuera fui invitado al Congreso de la Organización de Pioneros José Martí, celebrado en el Palacio de Convenciones en La Habana. Viajé desde Bolivia con el deseo inmenso de contarles a los niños cubanos lo que estaba viviendo en aquel lugar donde el Che pasó a ser mito, leyenda. Sentí que era como cerrar un círculo: podía transmitirle a los pioneros la emoción de estar donde él entregó su vida.»

– ¿Cuánto tiempo permaneció en Bolivia y cómo continuó su camino internacionalista?

«Me quedé hasta abril de 2008. Luego regresé a Cuba y trabajé en el Policlínico Boyeros. En 2014 fui a Sudáfrica, donde permanecí tres años en la provincia del Cabo Oriental. Más tarde cumplí misión en Surinam, entre 2019 y 2021.»

– ¿Y hoy dónde ejerce?

«Desde hace tres años soy coordinador municipal del Programa de Pie Diabético en Boyeros. Es un trabajo que me satisface mucho. Y sigo dispuesto a partir a cualquier misión que mi país necesite.»

En La Higuera, donde la muerte del Che marcó para siempre la memoria de un pueblo, un médico cubano inauguró un nuevo capítulo de vida. Con bata blanca en lugar de uniforme verde olivo, donde un día se apagó una historia de lucha Lázaro Casimiro Izquierdo Machín encendió una llama de esperanza, bajo el espíritu del Contingente “Henry Reeve”.

Por: Mylenys Torres Labrada

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