«Hay evidencia firme de los efectos secundarios del alcohol, de ahí que en muchos ámbitos prefiera utilizarse el término de consumo bajo en lugar de consumo moderado y su ingesta está directamente relacionada, incluso a dosis bajas, con tumores de boca y orofaringe, laringe, esófago, mama, hígado y colon», señaló el Dr. Miguel Marcos, especialista en medicina interna del Hospital Universitario de Salamanca.[1]
En el marco del 63º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología (SEEN) se discutió la conveniencia o no de recomendar a la población un consumo bajo de alcohol.[1]
El Dr. Marcos, así como el Dr. Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, defendieron su postura en relación a tres aspectos básicos en torno a esta cuestión: evidencia científica disponible, forma de hacer llegar a la población los mensajes adecuados respecto al consumo de alcohol y presiones políticas y de los grupos de interés económico sobre este tipo de bebidas.
En su análisis de la evidencia científica existente, el Dr. Marcos comentó que esta no es clara, ya que la investigación al respecto se basa en estudios observacionales con datos controvertidos y posibles sesgos.
El especialista repasó los principales datos que avalan que no se pueda hablar de un consumo seguro de alcohol: «Asimismo, es el principal factor de riesgo de deceso prematuro y pérdida de años de vida ajustados por discapacidad de personas de entre 15 y 49 años. Datos de 2016 atribuyen tres millones de fallecimientos al consumo de alcohol, 19% debido a enfermedad cardiovascular, a lo que hay que unir su relación con hepatopatía alcohólica, pancreatitis, trastornos por consumo y accidentes de tráfico, entre otros», destacó.
Beneficios en cardiopatía isquémica: ¿sí o no?
En cuanto a la asociación entre el consumo a dosis bajas de alcohol y posibles beneficios en la cardiopatía isquémica, el Dr. Marcos señaló: «Si bien los resultados de estudios observacionales sugieren una relación entre este tipo de consumo y una menor mortalidad coronaria, esto no ha sido demostrado por medio de ensayos clínicos».
«En el caso de la famosa curva en J, que asocia el bajo consumo alcohólico con una menor mortalidad por causa cardiovascular, hay que tener en cuenta que se trata de datos controvertidos, ya que muchos otros estudios no muestran esta asociación (p. ej., la randomización mendeliana). Además hay múltiples sesgos (entre ellos el del abstemio, esto es, personas que beben menos debido a problemas de salud o ingesta de ciertos fármacos) y las conclusiones son contradictorias», agregó.
«Si nos centramos en la mortalidad total, los estudios reflejan que el consumo en bajas cantidades no tiene un beneficio neto cuando se compara con la abstinencia o el consumo ocasional. La posible asociación entre consumo a bajas cantidades de alcohol y mortalidad total encontrada en algunos ensayos puede deberse a la inapropiada selección del grupo de control, al ajuste inadecuado de variables de confusión y a las diferencias en edad y sexo».
El especialista mencionó que otros estudios mostraron una relación log-linear con un menor riesgo de cardiopatía isquémica (esta asociación no se encontró en menores de 55 años) pero a la vez reflejaron un nexo aproximadamente lineal entre el consumo y un mayor riesgo de ictus e insuficiencia cardiaca, incluso a dosis bajas, lo que plantea que la relación entre alcohol y mortalidad cardiovascular probablemente no sea una curva en J, sino varias curvas dosis-respuesta con sentidos de asociación diferentes. De ello se deduce que el efecto protector estaría restringido a la cardiopatía isquémica.
El Dr. Marcos indicó que en el caso de la diabetes la reducción del riesgo encontrada con el consumo moderado puede restringirse a mujeres y de etnia no asiática. «Aunque esta evidencia se basa en los resultados de pocos estudios, existe la posibilidad de que la reducción de riesgo se haya sobreestimado al usar un grupo de control que incluye a exbebedores».
«En este momento no hay evidencia de calidad para recomendar un consumo de alcohol de bajo riesgo. Tenemos que basarnos en los datos disponibles para hacer recomendaciones, pero no podemos promover el consumo, sino establecer límites y explicar bien los riesgos demostrados y los beneficios posibles», añadió el especialista.
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