Un estudio publicado recientemente en la revista cientÃfica Neuroinflammation muestra «por primera vez» que incluso un breve contacto con el herbicida glifosato, uno de los más utilizados en todo el mundo, puede causar daños duraderos en el cerebro.
El investigador Ramón Velázquez, de la Universidad Estatal de Arizona (ASU), y sus colegas, incluidos los del Translational Genomics Research Institute (TGen, instituto de investigación genómica sin ánimo de lucro con sede en Phoenix, Arizona), en Estados Unidos, «demostraron que los ratones expuestos al herbicida glifosato desarrollan una inflamación cerebral significativa, asociada a enfermedades neurodegenerativas», según un comunicado sobre el trabajo difundido por la universidad.Â
Lo que los cientÃficos identificaron fue una asociación entre la exposición de las ratas al herbicida y sÃntomas de neuroinflamación, asà como un empeoramiento de una patologÃa similar a la enfermedad de Alzhéimer, muerte prematura y comportamientos similares a la ansiedad.
Al analizar tanto la presencia de glifosato como el impacto de los derivados del herbicida en el cerebro mucho tiempo después del fin de la exposición, se revelaron «una serie de efectos persistentes y perjudiciales para la salud cerebral».
La investigación también demostró que un subproducto del glifosato, el ácido aminometilfosfónico, se acumula en el tejido cerebral, lo que plantea serias dudas sobre la seguridad del producto quÃmico para el ser humano.
Los ensayos cientÃficos
Los experimentos se llevaron a cabo durante 13 semanas, seguidas de un periodo de recuperación de seis meses, en ratones normales y transgénicos (con enfermedad de Alzhéimer), y los cientÃficos probaron dos niveles de exposición al glifosato: una dosis alta, a un nivel similar al utilizado en estudios anteriores, y otra más baja, cercana al lÃmite considerado para determinar la dosis aceptable para los humanos.
Esta dosis más baja también causó efectos nocivos en el cerebro de las ratas, incluso después de meses de exposición. «El glifosato provocó un aumento persistente de los marcadores inflamatorios en el cerebro y la sangre, incluso después del periodo de recuperación».
«Nuestro trabajo contribuye a la creciente literatura que destaca la vulnerabilidad del cerebro al glifosato», afirma Velázquez, citado en el comunicado de prensa.
«Dada la creciente incidencia del deterioro cognitivo en la población de edad avanzada, en particular en las comunidades rurales donde la exposición al glifosato es más común debido a la agricultura a gran escala, hay una necesidad urgente de más investigación básica sobre los efectos de este herbicida», añade.
Regulación del glifosato: posturas de la EPA y la UE
La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU. (EPA) considera que la exposición a ciertos niveles de glifosato es segura para las personas, afirmando que el cuerpo absorbe mÃnimamente el producto quÃmico y lo excreta predominantemente sin cambios.
Hace un año, basándose en un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la Comisión Europea decidió renovar la aprobación del uso del herbicida glifosato en la Unión Europea (UE) durante diez años (hasta 2033), aunque con nuevas condiciones y restricciones, como la prohibición de su uso antes de la cosecha.
La EFSA no ha identificado ningún área crÃtica de preocupación y también ha concluido que no hay pruebas de que el herbicida más utilizado sea cancerÃgeno.
Preocupación cientÃfica sobre el impacto del herbicida
Sin embargo, según el comunicado de prensa de la Universidad Estatal de Arizona, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el cáncer de la Organización Mundial de la Salud clasifica el glifosato como «posiblemente cancerÃgeno para los seres humanos».
Los trabajadores agrÃcolas están más expuestos al glifosato por inhalación o contacto con la piel, pero debido a su uso generalizado, el producto quÃmico se encuentra en toda la cadena alimentaria.
«Mi esperanza es que nuestro trabajo estimule nuevas investigaciones sobre los efectos de la exposición al glifosato, lo que podrÃa llevar a reexaminar su seguridad a largo plazo y tal vez suscitar un debate sobre otras toxinas frecuentes en nuestro entorno que pueden afectar al cerebro», afirma Samantha K. Bartholomew, del Laboratorio de Ciencias Biológicas. Bartholomew, del Laboratorio Velázquez de Enfermedades Neurodegenerativas y autora principal del estudio.
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