A nivel mundial, la variante ómicron del SARS-CoV-2 ha provocado un aumento notable de los diagnósticos de COVID-19, aunque con manifestaciones clínicas menos graves y una disminución de las hospitalizaciones.
La ola ómicron aumentó más rápido que las olas anteriores, desplazando por completo a la variante delta en cuestión de semanas y creando preocupación en todo el mundo sobre el control final y exitoso de la pandemia.
Algunos autores sostienen que los síntomas asociados con ómicron difieren de los síntomas “tradicionales” y se asemejan más a los del resfriado común. Un síntoma importante de COVID-19 frecuente con otras variantes, la pérdida del gusto y el olfato, rara vez se presenta con ómicron.
Esto puede ser de interés, ya que también se ha sugerido que la invasión directa del SARS-CoV-2 en el tronco encefálico a través de los nervios olfativos por vías transinápticas podría proporcionar una explicación para el síndrome de dificultad respiratoria aguda refractario al tratamiento.
La infección del tronco encefálico por SARS-CoV-2 puede dañar gravemente el centro respiratorio, desencadenando desviaciones funcionales que afectan la respiración involuntaria y dando lugar al síndrome de distrés respiratorio agudo refractario al tratamiento, principal causa de muerte en pacientes con COVID-19.
Un cambio en la vía de entrada del ómicron SARS-CoV-2 de la fusión de la superficie celular, desencadenada por TMPRSS2, a la fusión dependiente de catepsina dentro del endosoma, puede afectar la transmisión, el tropismo celular y la patogénesis. Por lo tanto, podemos plantear la hipótesis de que esta modificación de entrada puede afectar la transmisión desde el nervio olfativo hasta el tronco encefálico a través de vías transinápticas.
Una disminución de la invasión directa del virus en el tronco encefálico podría disminuir la disfunción del centro respiratorio, reduciendo el síndrome de dificultad respiratoria aguda y la necesidad de ventilación mecánica.
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