Reconocimiento

El doctor Armando: un Caballero de la Medicina en el centro de Cuba

En el corazón vibrante de Villa Clara se escribe la epopeya del doctor Armando Caballero López, reconocido como el Caballero de la Medicina. No es un simple nombre en la historia clínica de Cuba; es un faro de esperanza y humanismo, un verdadero titán de la Salud Pública que ha transformado cada desafío en una victoria en favor de la vida.

Desde sus inicios, la visión del doctor Caballero ha sido revolucionaria, según refiere el comunicador de esa central provincia Henry Omar Pérez. «Imaginemos a un hombre que, con firmeza y coraje, funda la Terapia Intensiva en Villa Clara, erigiendo desde cero una especialidad hoy considerada orgullo nacional».

Con sensibilidad y precisión, ha formado generaciones de intensivistas, inculcándoles no solo el rigor científico, sino también el humanismo y pasión. Su impronta: convertir la ciencia en un puente directo hacia el alma de cada enfermo.

Destaca, además, en su brillante trayectoria, una formación impecable: Especialista de II Grado en Anestesiología y Reanimación, Medicina Intensiva y Emergencias; Profesor e Investigador Titular y, sobre todo, autor principal del emblemático libro Terapia Intensiva.

Dres. Armando Caballero y Álvaro Lagomazino

Reconocido más allá de las fronteras nacionales, su talento fue honrado en París, donde fungió como Asistente Extranjero en prestigiosos hospitales, y es miembro Honorario de la Academia de Ciencias de Cuba. Estos logros, forjados con entrega e ímpetu, son testamento del compromiso de un hombre cuya vida se funde con la excelencia médica.

El impacto del doctor Caballero se sintió de manera contundente durante la dura batalla contra el COVID-19; donde su liderazgo en Villa Clara fue un destello para una comunidad rodeada por el miedo y la incertidumbre.

Con una consagración inquebrantable, enfrentó al virus, rescatando cada respiración y devolviendo a innumerables familias la esperanza de un mañana. Cada intervención, cada decisión tomada en medio de la adversidad, resuena como un latido poderoso en la historia de la Salud Pública cubana.

Aunque el tiempo lo ha llevado a retirarse de la práctica diaria, su espíritu indomable se manifiesta en su rol como profesor consultante y mentor en los programas doctorales de Ciencias Biomédicas.

El Doctor Caballero continúa forjando el futuro, enseñando que la medicina no es únicamente un cúmulo de técnicas, sino un acto de amor, resistencia y compromiso con el ser humano. Su legado trasciende el aula, recordándonos que cada avance en salud es también una victoria del corazón.

Su historia es, sin lugar a dudas, una epopeya que se escribe día a día en los pasillos del hospital y en los corazones de quienes han tenido el privilegio de ser tocados por su legado.

Más información:

Centinelas de la vida. Granma

Armando Caballero López. Ecured

 

La Psicología de la Salud en Cuba: el puente invisible entre la ciencia y la humanidad

María del Carmen LlantáCada 13 de abril, Día Nacional de la Psicología, es imposible no detenerse a reconocer los aportes de quienes dedican su vida a esta noble profesión, especialmente en el ámbito de la Psicología de la Salud. Entre ellos, la doctora María del Carmen Llantá Abreu, una de esas voces que inspiran y evidencian el visible impacto de esta disciplina en la calidad de vida y el bienestar de los cubanos.

Desde su graduación en 1983 como Licenciada en Psicología por la Universidad de Las Villas, su formación ha sido un camino marcado por el aprendizaje, la dedicación y la vocación de servicio.

Recuerda que su primera ubicación fue en el Hospital Psiquiátrico Provincial de Sancti Spíritus, donde inició su labor con un propósito profundo: sanar almas, acompañar y aliviar desde la empatía y la sensibilidad. Fue allí donde comenzó a construir una carrera caracterizada por la entrega a la asistencia, la docencia y la investigación. «La misión que da sentido a mi existencia, promoviendo la calidad de vida desde la ciencia y el humanismo», comenta emocionada.

Su traslado en 1987 a la Facultad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus marcó un antes y un después en su trayectoria. Fue en ese entorno donde María del Carmen se sumergió en las distintas áreas de la Psicología, con un enfoque especial en la atención a pacientes con cáncer.

«Estos primeros pasos en el ámbito de la Psicooncología –explica-prendieron esa pasión por ayudar a las personas que enfrentan una enfermedad, así como a sus familias y al personal sanitario que les atiende».

En 1997, tras completar una Maestría en Psicología de la Salud en la Escuela Nacional de Salud Pública, María del Carmen se unió al Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología en La Habana. Hoy, como jefa del Servicio de Psicooncología y Trabajo Social, lidera allí un equipo comprometido con brindar apoyo emocional y psicológico a quienes atraviesan los momentos más difíciles de sus vidas.

La doctora María del Carmen no solo ha acompañado a pacientes, sino que también ha dejado una profunda huella en la formación de futuros profesionales. Su dedicación a la enseñanza, desde el pregrado hasta el posgrado, ha permitido que tanto psicólogos como médicos oncólogos y otros especialistas adopten un enfoque humanista en la atención médica, alejándose del modelo estrictamente biologicista.

Asimismo, su labor como investigadora titular del Instituto de Oncología y Radiobiología la ha llevado a generar conocimientos valiosos que han sido reconocidos a nivel nacional e internacional. Con más de 120 publicaciones y 115 investigaciones, ha contribuido a ampliar la comprensión sobre los factores psicosociales que inciden en la salud y el bienestar de los pacientes.

Desde su experiencia como vicepresidenta de la Sociedad Cubana de Psicología de la Salud y como secretaria ejecutiva para la región del Caribe de la Asociación Latinoamericana de Psicología de la Salud, identifica desafíos fundamentales para este imprescindible campo en el país. Entre ellos, destaca la necesidad de promover un paradigma biopsicosocial y espiritual en el entendimiento del proceso salud-enfermedad, así como fortalecer los ambientes comunitarios e institucionales saludables.

Además, subraya la importancia de desarrollar intervenciones orientadas a mejorar la calidad de vida de pacientes con enfermedades crónicas y en etapas terminales.

Para María del Carmen, la psicología no es solo una profesión, sino una vocación y una pasión que le ha permitido realizarse tanto personal como profesionalmente. «Si tuviera la oportunidad de volver a elegir, no dudaría en dedicar mi vida nuevamente a esta ciencia, que permitido aliviar el sufrimiento y brindar esperanza a tantos».

El Día Nacional de la Psicología en Cuba es, sin duda, una fecha para honrar a profesionales como la doctora María del Carmen Llantá Abreu, cuya historia de vida simboliza la responsabilidad y consagración de la medicina revolucionaria, a la vez que resume el impacto transformador de la Psicología en la Salud, como ese puente invisible entre la ciencia y la humanidad.

El doctor cubano Adrián Naranjo es reconocido en Calabria, Italia

El doctor Adrián Naranjo ocupa titulares en medios de prensa italianos por primera vez, es altamente reconocida su valía como uno de los colaboradores médicos más destacados de la brigada en Calabria.

El profesionalismo de los médicos cubanos que prestan hoy su servicio en Calabria fue reconocido por las autoridades sanitarias de esa región italiana, pero sobre todo por la población, según destacan medios informativos locales.

Una nota publicada por el diario Quotidiano del Sud hace referencia al reciente caso de una mujer calabresa de 40 años, quien arribó a la sala de emergencia del Hospital de Polistena, en la provincia de Reggio Calabria, a la cual un especialista de alto nivel de esa nación caribeña detectó una enfermedad rara.

Se trata de un mal que predispone al riesgo de arritmias ventriculares malignas y puede ser causa de muerte súbita en adultos jóvenes con corazones estructuralmente sanos.

El reconocimiento, según se señala, es extensivo a todos los integrantes de dicha brigada, que presta asistencia en 27 hospitales de las provincias calabresas de Catanzaro, Vivo Valentía, Reggio Calabria, Cosenza y Crotone.

En declaraciones formuladas el pasado año a ese medio noticioso, la embajadora cubana en Italia afirmó que “ninguna campaña de descrédito o desmoralización puede resistir la fuerza de los testimonios diarios de los calabreses atendidos por los médicos cubanos”.

“Los invito a que los contacten y los entrevisten, los pacientes son los que realmente pueden contar la verdad y sus experiencias” dijo, y añadió que “lo cierto es que los médicos cubanos e italianos que trabajan en Calabria han logrado conjuntamente llevar esperanza y servicios sanitarios a una región que los necesita”.

Esa asistencia sanitaria solidaria cubana en Italia, es continuación de la brindada en 2020 por brigadas del Contingente Médico Henry Reeve en las norteñas ciudades de Crema y Turín, durante la lucha contra la pandemia de la Covid-19.

Los primeros 51 especialistas destacados en Calabria, arribaron a Italia en diciembre de 2022, y posteriormente se añadieron 120, que llegaron en agosto de 2023, mientras otros 106 se incorporaron a inicios de 2024, y los últimos 66 se integraron a ese grupo en octubre del pasado año, para totalizar 330 hasta la fecha.

En su mayoría, esos galenos prestaron previamente sus servicios en otras naciones, como parte de la ayuda sanitaria solidaria que Cuba brinda al mundo, y cuentan con una amplia experiencia profesional en 22 especialidades como cirugía general, ortopedia, ginecología, obstetricia, pediatría y cardiología, entre otras.

Más del 40 por ciento laboran en las salas de emergencia de los hospitales calabreses, donde son más necesarios, precisó en declaraciones a Prensa Latina el doctor Luis Enrique Pérez, jefe de la Misión Médica Cubana en Italia.

Teresita Rodríguez Obaya: Una vida por la ciencia

En el lobby del Centro de Inmunología Molecular (CIM) una placa con los nombres de sus fundadores recubre gran parte de la pared. Entre los primeros puestos está Teresita de Jesús Rodríguez Obaya, quien inauguró la prestigiosa institución como jefa del Departamento de Control de la Calidad.

Una de las frases iniciales de nuestro encuentro revela el amor por el sitio donde labora hace tres décadas: “el CIM es como mi hijo, es un amor similar”.

Lo mismo podría decir de NeuroEpo, un fármaco que bajo el nombre de NeuralCIM ha registrado resultados alentadores en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas.

En su caso particular, el vínculo con este medicamento tiene estrechos lazos afectivos, pues se involucró en su desarrollo mientras buscaba un remedio para el Alzheimer de su madre, figura esencial en la formación del carácter humilde y ávido de conocimiento de quien hoy se desempeña comogerente del producto NeuroEpo en el CIM.

¿Cómo surgió la vocación científica? Primeras experiencias

Amelia, una pedagoga brillante, sembró desde el hogar en la pequeña Teresita el gusto por la buena literatura y la música. En el ámbito personal, el modelo a seguir de aquella niña fue, desde siempre, su madre.

Ya en la adolescencia, la hoy científica tenía como referentes a Madame Curie y Carlos J. Finlay, aunque se sintió libre de experimentar en disímiles actividades antes de decidirse por la Medicina.

Fue líder juvenil de varias organizaciones e, incluso, formó parte de un equipo de baloncesto, pero le había prometido a su mamá estudiar una carrera universitaria. Siempre tuvo sus metas claras.

La apuesta por la Medicina se concretó luego de un triste acontecimiento familiar, cuando su tía materna falleció, a los 38 años.

“No me entraba en la cabeza cómo llegaba a ese final una mujer joven, que había sido deportista y tenía una vitalidad extraordinaria. Cuando murió me propuse ser médico para estudiar las enfermedades. Ya en mi mente estaba la idea de hacer ciencia”, dice.

En tercer año de la carrera, una leucemia provocó la muerte de un estudiante de piano que ella atendía. Había llegado a identificarse con aquel muchacho, casi de su edad, con quien conversaba a menudo.

Aunque los choques emocionales fueron fuertes, ambas experiencias moldearon el interés de la joven por desentrañar las causas que pueden llevar a una persona a morir a tan corta edad.

Entonces surgió la inclinación por la Anatomía Patológica, área que respondía a esa pregunta, y que estudió durante sus años universitarios, bajo la tutela del eminente patólogo Agustín Paramio, “el primero que me enseñó a hacer ciencia”, como ella misma diría.

Su curso fue el de la primera graduación masiva de médicos, después del triunfo de la Revolución.

Pero desde antes, en sexto año de la carrera, se había vinculado a la vida profesional en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), específicamente, en el área de Biología Celular e Histopatología.

Iniciaba también por aquel entonces la actividad en la docencia. “Estoy convencida de que un buen investigador tiene que ser profesor. Es la única manera de aprender a comunicarse, y los científicos necesitan llegar a las personas”, afirma tras la experiencia de 42 años en las aulas.

En el CNIC fue la primera persona joven en hacer un doctorado, a los 33 años. “Durante ese proceso aprendí a dibujar, a realizar fotografías y otras actividades, en apariencia distantes de la profesión, pero que me ayudaron a perfeccionar el trabajo. El científico siempre debe tener ese ánimo de conocer”, comenta, mientras esgrime el descubrimiento constante como filosofía de vida.

Años después, la ya Doctora en Ciencias Teresita Rodríguez Obaya se incorporó al Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología, como parte del Departamento de Microscopía Electrónica.

Integró el equipo encargado de desarrollar el primer anticuerpo monoclonal en el país, llamado T1.

Luego dirigió un pequeño grupo que estudiaba los tumores epiteliales, y estuvo de forma temporal al frente del Departamento de Anatomía Patológica y en la subdirección técnica.

En ese tiempo, abrió la primera consulta de punción de aguja fina (el llamado BAF), introdujo la tecnología SUMA para la realización de análisis, entre otras innovaciones.

Posteriormente integró el Grupo de Anticuerpos Monoclonales, dentro del propio hospital, que sería la antesala del CIM.

El CIM: Su otro retoño

“Cuando se fue a inaugurar este nuevo centro, Agustín (Lage) me dijo que me necesitaba como jefa del Departamento de Control de la Calidad. Aquello me sonó raro, porque el concepto de calidad que tenía era de algo muy rutinario, donde no se hacía ciencia. ¡Qué equivocada estaba!”, recuerda.

“Nos asesoramos con los profesores de Ingeniería Industrial de la Cujae. Recibimos clases de Estadística, y realizamos muchos experimentos. Por supuesto, yo era la primera que iba a todas las lecciones, junto con mis muchachos. En nuestro departamento se desarrollaron después decenas de maestrías, tesis de doctorado y otros trabajos de investigación”, dice la Rodríguez Obaya, quien exigió desde el principio que sus subordinados estuvieran vinculados a los productos desde su concepción.

Cómo no sentir al CIM como hijo propio,si ayudó a construirlo, tras no pocos viajes en bicicleta en pleno período especial, para diseñar su departamento junto a los arquitectos, y asegurarse de que supliera las necesidades básicas de la especialidad.

Cómo no hacerlo, si aún atesora su pluma, aquella que le prestó al Comandante en Jefe para que firmara en el acto de inauguración del inmueble.

Entre las responsabilidades que asumió como parte de esta institución, le encargaron participar en el proceso de transferencia de tecnología en China y la India, con la apertura de empresas para el desarrollo de medicamentos en esos países.

De vuelta en Cuba, fue asesora científica del Laboratorio de Anticuerpos de Experimentación del CIM y, al jubilarse, se enteró de que se estaba trabajando con la NeuroEpo actual. Ya Amelia, su madre, padecía Alzheimer.

“Hablé con Daniel, el gerente del producto, y me puso como gerente de la parte preclínica. Se lo empecé a administrar a mi mamá, pero, lamentablemente, ya tenía la enfermedad muy avanzada”, recuerda.

NeuroEpo: Una terapia de esperanza

El NeuroEpo se elabora a partir de una molécula que normalmente existe en el organismo, pero está en déficit en quienes presentan enfermedades neurodegenerativas.

Su primer ensayo en la enfermedad de Alzheimer comenzó en diciembre de 2016, e incluyó a 174 pacientes.

Entre los resultados fundamentales, el fármaco no solo detuvo la progresión de la enfermedad, sino que algunos pacientes también mejoraron.

“Cuatro años después de que esos pacientes salieran de sus ensayos clínicos, la enfermedad no ha mostrado signos de progreso, lo cual es importantísimo, porque nos da la medida de que existe una especie de barrera de contención”, afirma la Doctora en Ciencias.

En su criterio, la NeuroEpo, junto a las vacunas contra la COVID-19, son ejemplos de la importancia de la colaboración entre disímiles industrias, que era el objetivo de Fidel cuando creó el polo científico.

“Fue fundamental poder trabajar de conjunto en el desarrollo del fármaco, porque a veces un producto requiere mucha colaboración, en materia de otras técnicas e, incluso, de diseño de experimentación”, sostiene.

“Lograr esa cohesión es muy raro en otro país. No suele existir, porque las empresas compiten todo el tiempo. Aquí, sin embargo, lo que importa es el producto, y todo se pone en función de su desarrollo”, afirma.

A consideración de la profesora, ese es uno de los factores que ha permitido consolidar la industria biotecnológica nacional, a pesar de los obstáculos económicos.

Mujer de ciencia

En su vida profesional, Teresita Rodríguez Obaya se ha sentido atraída por tres temas de investigación fundamentales: la diferenciación celular, la oncología y la neurología. Aunque no ha podido trabajar el primero, se siente realizada.

Su forma de ser se aleja bastante del estereotipo de los científicos como personas encerradas en su campo de conocimiento.

Teresita es lectora voraz de textos de ciencia ficción, aprecia la música de distinto tipo y todo lo nuevo que despierte su interés. No soporta la mentira ni calla ante una injusticia.

Como líder, es ejemplo. Valora la cercanía con quienes le rodean, para conocer sus aspiraciones y favorecer su realización.“Para dirigir hay que motivar”, esa es su máxima.

Sobre el papel de la mujer en la ciencia, comenta que ha evolucionado de manera favorable en los últimos años.

“Aunque cuando comencé había muchas mujeres en el sector, los puestos directivos, en su mayoría, estaban ocupados por hombres. Este panorama se ha transformado, gracias al lugar que hemos ido ganando en la sociedad, por mérito propio”, explica.

“En el mismo CIM hay un alto por ciento de mujeres dirigiendo hoy en día. La equidad es cada vez más significativa, y la propia Revolución ha favorecido ese reconocimiento paulatino”, asegura.

¿Cuál sería el mensaje a las niñas que se quieren dedicar a la ciencia?, es la última pregunta de nuestro encuentro.

—“Cuando alguien tiene un sueño, debe luchar por él. No puede detenerse por ninguna adversidad, y para eso es fundamental la dedicación.

“También hay que ser integral. La ciencia no puede ocupar toda nuestra atención, porque la vida existe, y el joven tiene que disfrutar su juventud, sin perder de vista sus metas. Sueñen y crezcan, sin dejar de vivir a plenitud la época que les ha tocado. Eso es importante”.

Por la Salud, ciencia pertinente y profunda

Los aportes de los profesionales de la Salud al conocimiento científico en función del de­sarrollo de la Medicina cubana en beneficio de la población, fueron reconocidos en la premiación de la edición 47 del concurso Premio Anual de Salud.

Los destacados doctores Raúl Ambrosio Herrera Valdés, de Nefrología; María Idoris Cordero Escobar, de Anestesiología y Reanimación; Enrique Rogelio Arús Soler, de Gastroenterología; y Alina del Carmen González-Quevedo Monteagudo, de Bioquímica Clínica, recibieron el Premio al Mérito Científico por la Obra de la Vida, por sus destacados aportes científicos.

En la Salud, el desarrollo de la ciencia y la investigación constituye un eje estratégico, a partir de su estrecha relación con la actividad docente y asistencial, y en función de esta premisa fueron reconocidos otros 70 profesionales en diferentes categorías, además de entregarse a otros 33 el sello conmemorativo por el Aniversario 40 de la creación del Consejo Nacional de Sociedades Científicas de Salud.

En la jornada el Hospital Ortopédico Docente Fructuoso Rodríguez recibió la aprobación de su inscripción como Unidad de Desarrollo e Innovación, en el Registro Nacional de Entidades de Ciencia, Tecnología e Innovación.

José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, expresó que cada premio constituye un justo reconocimiento a la labor incansable de mujeres y hombres que ponen los resultados de sus investigaciones en función del bien común y del progreso humano.

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