No sería el deseo de desenmascarar la falsedad del orfebre, ni la oportunidad de descubrir si la corona real era efectivamente de oro, sin tener que fundirla, pero también hubo un Eureka cuando se hizo certeza la posibilidad de utilizar el ultrasonido doppler en cirugías cardiovasculares.
La chapistería de autos fue el hilo conductor que llevaría a una cooperación que trasciende décadas y fronteras y que se fortalece con la experiencia práctica y conocimientos adquiridos en los quirófanos.
El Dr. Eduardo Moreno, especialista del Instituto de Cibernética, Matemática y Física (ICIMAF) rememora que el grupo de ultrasonidos del centro científico surgió en los años 70 del pasado siglo y que, a principios de los 90, inició una fructífera colaboración con el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Pero fue el Dr. Juan Prohias Martínez, actual director del Cardiocentro del Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras (HHA), a quien conocí por mediación de un primo mío (chapista de autos), quien sugeriría que usáramos el equipo con el que se realizan las pruebas ultrasónicas a embarazadas, en las cirugías de corazón”.
Al principio, la asociación se enfocó en concluir un aparato de ultrasonido cubano, que utilizaba un sistema piezoeléctrico desarrollado en el ICIMAF. Sin embargo, la llegada del Periodo Especial frenó algunos proyectos, aunque hizo emerger otros.
“En el orden asistencial y gerencial yo necesitaba tener alguna herramienta que pudiera discriminar los resultados de las cirugías”, narró el Dr. Juan Prohias durante el II Encuentro en Ultrasonido Doppler para Cirugía Cardiovascular celebrado en junio de 2022.
“Algo que pudiera verificar si lo que pasaba después era consecuencia de la parte quirúrgica o de la evolución de los pacientes inherente a la atención postquirúrgica en la terapia.
“Entonces vi un video donde se mostraba una operación de revascularización miocárdica (bypass) a un emperador japonés. Sus cirujanos revelaban, como prueba definitoria de que todo había salido bien, un trazo de un estudio doppler, por lo que hablé con el Dr. Eduardo Moreno y le planteé la posibilidad de empezar a investigar en esa dirección”.
El Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) fue el que propició la colaboración de investigadores de diferentes países con un mismo propósito.
“En 1998 es creada la Red Iberoamericana de Tecnologías Ultrasónicas, lo que representó un gran logro para quienes trabajábamos en esa área del conocimiento”, relató el Dr. Moreno.
“Y a principios del 2000 fue aprobado el proyecto consorciado ‘Desarrollo de Sistemas Ultrasónicos y Computacionales para Diagnóstico Cardiovascular (SUCoDIC Cyted)’, que nos proporcionó, entre otras cosas, el financiamiento necesario para poder llevar a cabo nuestras investigaciones. La participación de médicos, ingenieros, matemáticos, físicos, entre otros profesionales, fue lo que decidió al comité a favor de la propuesta presentada por nosotros.
“En ese momento el objetivo era medir y caracterizar cualitativa y cuantitativamente el flujo en puentes coronarios. Eso no ha cambiado en la actualidad, pero otras son las inquietudes en las que nos centramos, como alcanzar un aparato más compacto (para facilitar la labor de los cirujanos) y con mayores prestaciones”.
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