El glaucoma es una afección del nervio óptico que compromete a 80 millones de personas en el mundo, aunque casi la mitad no lo sepa. La Cámara de Medicina Oftalmológica brinda consejos para abordarla.
Desde 2008, cada 12 de marzo se conmemora el Día del glaucoma, una efeméride instituida e impulsada por la Asociación Mundial del Glaucoma (WGA) y la Asociación Mundial de Pacientes con Glaucoma (WGPA) para concientizar acerca de una enfermedad silenciosa que puede llevar a la ceguera si no se la detecta a tiempo.
Está ocasionada por un aumento de la presión ocular que compromete a más de 80 millones de personas en el mundo, aunque casi la mitad de ellas no lo sepa. Está afección se ha convertido en la segunda causa de ceguera en el mundo desarrollado.
El glaucoma engloba hasta 60 enfermedades oculares que pueden ocasionar la ceguera del paciente, producto de una degeneración progresiva del nervio ocular. Existen diversas formas en la que aumenta la presión dentro del ojo. Puede aparecer bruscamente con congestión y dolor (glaucoma agudo) o evolucionar lentamente a lo largo de los años sin dolor ni síntomas, convirtiéndose en el ladrón silencioso de la visión.
Suele presentarse a partir de la cuarta década de la vida, aunque raramente se lo ve en forma congénita o juvenil. El nombre de esta afección proviene de la mitología griega, Glauco, hijo de Poseidón y Nereo, de barba y melena color verde. De hecho, “glauco” en español significa verde claro.
La presión ocular se tomaba en forma digital (si el ojo estaba duro, el daño era irreparable). Recién en el siglo XIX Franz Donders pudo fabricar un tonómetro para medir la presión. Así se podía conocer el diagnóstico de algunos ojos que perdían la visión sin congestionar al globo ocular, era lo que se conocía como Gutta Serena.
Fue Albrecht von Gräfe (1828-1870) quien dio los primeros pasos en el tratamiento quirúrgico del glaucoma. Uno de sus discípulos, Richard Liebreich (1830-1917), operó a la madre de la emperatriz Eugenia de Montijo exitosamente de glaucoma.
En 1860 comienza el tratamiento medicamentoso de la presión ocular. Fue Adolf Weber quien introduce en 1877 la pilocarpina –droga que disminuye la presión ocular y, a su vez, contrae la pupila (ocasionando una miosis que aumenta la profundidad de foco y permite una mejora de tanto la visión de lejos como de cerca. También es el componente esencial de las gotas que hoy se venden para el tratamiento de la presbicia.
Antes del siglo XIX era muy difícil saber quiénes sufrían glaucoma. La aparición del tonómetro y el oftalmoscopio permitió estudiar la presión y observar al nervio óptico y los cambios de su aspecto a medida que se atrofia por alteraciones en la microcirculación.
Se estima que el 1 %de la población total padece glaucoma, porcentaje que aumenta con la edad.
En este marco, la Cámara de Medicina Oftalmológica (CAMEOF), advierte sobre la importancia de realizar un control oftalmológico anual a partir de los 40 años, o incluso antes si hay factores de riesgo o se tiene familiares con antecedentes.
Personalidades de la historia que la sufrieron
Se cree que Homero, el poeta ciego autor de la Ilíada, había padecido un glaucoma congénito. John Milton, también poeta y autor del Paraíso Perdido, quedó ciego por un glaucoma crónico que lo privó progresivamente de la visión y obligó a sus hijas a escribir al dictado de su progenitor.