En el 2022, los inhibidores de la bomba de protones, como el omeprazol, fueron los fármacos más consumidos en España, representado un gasto sanitario de más de 490 millones de euros. Estos fármacos para tratar ciertos trastornos del aparato digestivo, como la acidez y las úlceras, inhiben la bomba de potasio/protones, que constituye el elemento principal del mecanismo secretor de ácido en el estómago, reduciendo así la cantidad que se produce.
Ante la mala prensa que han tomado sus efectos adversos en los medios de comunicación, la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) ha actualizado su posicionamiento sobre su uso seguro.
Como señala en un reciente comunicado el Dr. Agustín Albillos, presidente de la asociación médica, numerosos estudios realizados destacan la seguridad de la toma de inhibidores de la bomba de protones a largo plazo, incidiendo en la baja evidencia de efectos adversos. «Cuando los inhibidores de la bomba de protones se prescriben en las indicaciones de uso establecidas, sus beneficios superan con creces a los posibles efectos adversos», declaró. No obstante, el representante de la Sociedad Española de Patología Digestiva advierte que «cuando la prescripción es inapropiada, no hay beneficio alguno esperable y se magnifica cualquier efecto adverso por leve que sea».
Entre los posibles efectos adversos identificados en este tipo de fármacos cuando no se siguen las recomendaciones clínicas, destacan las infecciones, sobre todo en menores de edad. Un estudio realizado este año vincula, por ejemplo, el uso excesivo de fármacos supresores de la acidez en lactantes con un aumento del riesgo de infecciones graves a una edad posterior. Como destaca el trabajo, publicado en JAMA Pediatrics, este problema radica en que los inhibidores de la bomba de protones se prescriben no para tratar casos confirmados de reflujo gastroesofágico, «sino con el fin de calmar el nerviosismo de los padres de bebés con molestias».
Los inhibidores de la bomba de protones como omeprazol son eficaces para reducir el ácido gástrico en lactantes con enfermedad por reflujo gastroesofágico, pero los investigadores advierten «contra el uso de los fármacos para controlar la regurgitación y el babeo normales que se habrían resuelto por sí solos de todos modos».
De acuerdo con la publicación de la Sociedad Española de Patología Digestiva, entre los posibles efectos adversos identificados en este tipo de fármacos se encuentran infecciones, deficiencia de micronutrientes o el aumento de riesgo de fracturas. No obstante, como asegura el Dr. Albillos, uno de los autores del documento, «no existe evidencia científica que sustente que los pacientes deban recibir probióticos, vitaminas u otros suplementos, así como tampoco evaluarse rutinariamente la densidad ósea o la concentración sérica de calcio o magnesio», información que abunda en los medios de comunicación.
En palabras del presidente de la sociedad científica, la mejor estrategia para aminorar los potenciales efectos desfavorables del uso a largo plazo de los inhibidores de la bomba de protones es «evitar utilizarlos cuando no están indicados», así como «reducir su dosis al mínimo eficaz cuando su prescripción es correcta». El mejor aval para asegurar la correcta ingesta de estos siempre será seguir las indicaciones de uso establecidas, especialmente, en los pacientes que los toman a largo plazo», concluyó.
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